Aprendiendo sobre el vuelo del Playero Occidental en la Bocana de Iscuandé

Cuando estoy en mi sitio de trabajo, la costa pacífica colombiana, hay dos cosas por las que me levanto con ánimo aunque sean las 4 am. La primera es la sucesión de ondas resplandeciendo al paso de nuestra canoa gracias a las

“candelillas de la mar”, organismos bioluminiscentes que producen luz cuando son estimulados por el movimiento de las olas, los animales o en este caso, nuestra canoa. La segunda ocurre justo 30 minutos después y es el coro de “peeps” que nos espera en la isla de barrera de La Cunita. Al principio solo vemos cientos de manchitas blancas que vuelan al escuchar nuestro motor o cuando el haz de luz de nuestras linternas se aproxima, pero un poco más cerca reconocemos sus sonidos e inclusive algunas siluetas.

 

Las aves son mí razón de estar  aquí, uno de los sitios más importantes para la migración del Playero Occidental (Calidris mauri), un ave playera que recorre miles de kilómetros entre sus sitios de reproducción en Alaska y los sitios de “invierno” en Suramérica. Cerca de 20 000 Playeros Occidentales, 80% hembras, permanecen en este sitio entre septiembre y marzo de cada año. Otras 15 especies de aves playeras comparten los pocos metros cuadrados que quedan sin sumergir después de que la marea sube hasta inundar la mayor parte de la isla. En esta ocasión menos de 25.000 aves hacen la corte, pero pueden contarse hasta 50.000 individuos durante los picos de la migración. Estar rodeado por estas nubes danzantes de aves, sus sonidos y el viento que sopla nos hipnotiza, pero el tiempo corre y se hace necesario romper momentáneamente el hechizo para atender el resto de la agenda.

 

equipoPara poder identificar sus sitios de origen y parada a lo largo del continente, así como entender la condición de su cuerpo y su plumaje antes y después de las migraciones, los estudios de estas aves con frecuencia involucran su captura y el uso de marcadores (anillos, GPs, ente otros). En mi caso también incluyen el uso de herramientas para medir aspectos esenciales del vuelo. Uno de ellos es “El alímetro” que no es otra cosa que una placa de acrílico para medir la superficie del ala derecha y “La Grilla”, un telón de fondo estilo cuaderno cuadriculado sobre el cual grabamos los vuelos de escape de las aves. Lo primero se hace para averiguar la “carga alar” o la relación entre el peso del ave y el área del ala. La grilla permite que al examinar los vídeos podamos medir la distancia horizontal y vertical recorrida por las aves cada treintavo de segundo y con ello calcular el ángulo y la velocidad de despegue.

 

El objetivo es responder una pregunta con implicaciones importantes para la ecología, evolución y conservación de esta especie. ¿Por qué las hembras del Playero Occidental viajan hasta Suramérica, mientras los machos se quedan más al norte?. Una de las ideas que estamos probando es que dado que las hembras son más pesadas, también podrían ser más vulnerables a los ataques de los depredadores aéreos como el Halcón Peregrino. Uno esperaría que las hembras seleccionaran sitios con menos riesgo de ataques. El análisis apenas comienza, pero con los primeros 150 vídeos aves, en efecto, las hembras muestran algunas de las características que esperábamos, como una mayor carga alar (más peso a levantar por unidad de área) y un ángulo más pronunciado de despegue. Para entender las elecciones de los Playeros Occidentales, además de su velocidad de vuelo y carga alar también es necesario estudiar la distribución del riesgo y el alimento, pero eso es otra historia.

 

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Ya en Canadá donde completo los análisis de la temporada, los sonidos y vuelos de las aves parecen recuerdos distantes, y diez meses para volver a verlas suena como un largo tiempo para la una nueva temporada.

 

La temporada 2013-2014 no hubiera sido posible sin el apoyo de un fabuloso equipo de biólogos, voluntarios y asistentes locales así como el respaldo del Consejo Comunitario Esfuerzo Pescador. Alex, Pili, Vi, Carlos, Wilmar, Diana, Cristian, Carmelo, Pedro y Jacinta pusieron todas sus baterías para las pesadas jornadas de campo e hicieron más entretenido nuestra permanencia en la zona.

 

Esta investigación es una contribución al proyecto de Aves Playeras Migratorias  y la iniciativa del Playero Occidental.

 

Richard Johnston

Estudiante de maestría Universidad Simon Fraser

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